On 31 agosto 2010 1 comentarios


Esta historia es parte de la creencia popular ecuatoriana, paso en Guayaquil. Según la tradición, este ocurrió cerca del año 1700, y varias personas murieron a causa de la Dama.


Se dice que en Guayaquil, la Dama Tapada, se aparecía en horas cercanas a la media noche a personas que frecuentaban callejones no muy concurridos. Según las historias relatadas por muchas personas acerca de estos acontecimientos, una joven se les aparecía, vistiendo un elegante vestido de la época, con sombrilla, pero algo muy particular en ella era que llevaba su rostro tapado con un velo, el cual no permitía que las víctimas la reconocieran.

Pero cuentan los caballeros que siempre veían a una mujer de elegante caminar, con vestidos de seda y encaje, de esbelta figura y un perfume dulce de violetas y nardos, que llevaba una mantilla o velo que le cubría el rostro…

Todo seductor, al que le gustaba trasnochar, de seguro se sintió tentado a seguir los pasos de esta especial mujer, a quien por mucho que estirara la mano, parecían no alcanzar, quien no respondía ni los más osados piropos.

Ella caminaba por los callejones más oscuros, por las calles más estrechas y por los lares mas escondidos, sin inmutarse, con paso seguro y dejando tras de sí ese perfume a nardos que enloquece a los hombres…

Escuchaba su risa, su respiración y el perfume embriagaba todo el aire de la noche….

El galán hipnotizado seguía los pasos elegantes de la joven mujer, adentrándose cada vez más en las entrañas de Guayaquil, de pronto la joven paraba su caminar de golpe, se daba la media vuelta y levantándose el velo decía….

-Ya me ve usted como soy…Ahora, si quiere seguirme, siga…

Ella era bellísima, su rostro era fino, como el de una reina de cuento de hadas, fresco y juvenil, sus ojos eran brillantes y sus labios delicados…Esta visión duraba solo segundos, ya que de inmediato frente a su rostro, se tornaba cadavérico y macabro, el asustado caballero estaba petrificado, obligado por su galantería a ver aquel deterioro acelerado del rostro de la bella joven, un olor a azufre y mortandad, invadía el aire, y sus ojos tenían el brillo de el infierno.

El pobre hombre si no moría del susto, se quedaba inmóvil y tembloroso.
La mujer se desvanecía en la oscuridad y dejaba a su víctima sin ganas de caminar de noche nunca más…

Se dice que esta era una chica que se dedico a el negocio de la prostitución y que fue asesinada por un cliente. Es por eso que salió de la tumba a buscar venganza de aquellos.


Despedía a su entorno una fragancia agradable, y casi todos los que la veían quedaban impactados al verla. Hacía señales para que la siguiesen y, en trance, las víctimas accedían a la causa pero ella no permitía que se les acercara lo suficiente.
Los alejaba del centro urbano y en lugares remotos empezaba a detenerse. Cuando las víctimas se le acercaban a descubrirle el rostro un olor nauseabundo contaminaba el ambiente, y al ver su rostro apreciaban un cadáver aún en proceso de putrefacción. Sus ojos parecían destellantes bolas de fuego.


La mayoría de las víctimas morían, algunos por el susto y otros por la pestilente fragancia que emanaba el espectro. Muy pocos sobrevivían y en la cultura popular los llamaban tunantes.

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS A: LEYENDAS GUAYAQUILEÑAS #6 DE LA COLECCION MEMORIAS GUAYAQUILEÑAS.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

esta buena la historia

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